ANTE EL SUICIDIO DE JOSE BARAVALLE, CON ABSOLUTO DESPRECIO |
viernes, 05 de septiembre de 2008 | |
Ante el suicidio de José Baravalle, El Pollo, Jorge Luis Borges, con perdón de la palabra, en uno de sus célebres poemas orilleros, decía: una canción de gesta se ha perdido Al revés de lo que pasa en esa historia, de ínfimas ilusiones de grandeza atribuida a lo que hoy llamaríamos lúmpenes, está procesándose la sordidez de un individuo como parte de una épica reciente: la de los años 70.
Baravalle no es un “quebrado”, es decir alguien que bajo tortura y desde su propia debilidad, desprecia la vida de otros compañeros y de su propia organización de lucha, sentenciando a muerte con la delación a otros por la miserable soberbia de salvarse del dolor o de la muerte. Y por todo esto no podemos admitir homenaje alguno, como el que un ex concejal que estuviera vinculado a uno de los más sonados casos de corrupción en la ciudad (caso Fibraca) hace desde una carta publicada en La Capital (http://www.lacapital.com.ar/contenidos/2008/08/30/noticia_5065.html). El elogio de la degradación humana más repugnante se resume en el final del texto. A la deliberada acción de negar hasta lo más elemental, el conocimiento del destino de los cuerpos de los que asesinó por ejemplo, este cultor de la infamia le llama “una actitud digna y consecuente con la de ese joven que conocí hace 39 años”. Es tal la hipocresía y complicidad de este cultor del genocidio, que dice más arriba: No podemos admitir que “Desde el Colectivo de ex presos políticos…” ( ver http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/10-15010-2008-08-31.html ), se nos adoctrine diciendo: "no es cómo los juzgamos a la Corcho y al Pollo, sino tratar de entender en qué proceso político social y en que proceso de fractura moral se dan esos casos, porque no son todos iguales. Para mí ellos dos son casos distintos a los de Victoria (Nilda Folch) y el Caddy Chomicky. Lo que puedo decir que gente como Baravalle y como Porta, han pasado por una tortura previa: no fueron a las puerta de la Jefatura a ofrecerse para torturar a sus compañeros. Esto no intenta justificar lo que hicieron después, sino que intenta que quienes los juzgan intenten comprender los tiempos en que ocurrió. La tortura durante un solo día, nos transforma en un animalito, en alguien que responde con su espíritu de supervivencia. Los que hemos pasado por algo menos grave que esto, en esos momentos cuando somos llevados al límite de la condición humana, sabemos que surge de nuestro interior lo mejor y lo peor que tenemos. La razón ya no existe, y respondemos con nuestro espíritu primario. Cuando el Pollo decidió después de todo eso colaborar con los militares ya no era el Pollo. Al Pollo que yo conocí lo mataron, al igual que la Corcho ya no fueron las personas que yo conocí". Y decimos que no podemos admitir que se nos adoctrine ni que se adoctrine a los que realmente no renuncian ni renunciarán a la lucha, porque esa es la Doctrina de la Reconciliación. La que admite hasta la inmoralidad como cosa circunstancial, cuando para un militante comprometido, la moral revolucionaria es el resumen de todo lo que aprendió, practica y proyecta. No podemos admitir que un ex funcionario de Derechos Humanos diga: “Es verdad que el Pollo torturó y violó y bajo ninguna excusa puede ser comprendido -agrega el ex subsecretario de derechos humanos. "A mí me causa mucho dolor, y siento que por un lado es una víctima más, y por otro lado sé que también cometió los mismos delitos que los represores. Cuando escucho a sus víctimas denunciarlo, los respeto. No le podemos escapar a la verdad, más allá de lo que nos genere. No podemos esquivar la memoria y la justicia y si cometió delitos, deben ser enjuiciados igual que el resto".( http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/10-15010-2008-08-31.html). Así que siente que el Pollo es víctima y verdugo. Dos en uno. Como una “promo” de la Historia, digamos. Si, como siente el ex funcionario, es una víctima, qué hacemos?. Vamos y lo agregamos a la lista de víctimas de la Dictadura?. Lo ponemos junto a Daniel Gorosito, a Tito Messiez, a Santucho?. Y a la vez, qué hacemos con la lista de represores? Por ejemplo, tomando la más conocida: José Baravalle (Pollo): A ver, ¿qué hacemos? Le ponemos un agregado que diga “ver listado de víctimas”? Le ponemos “integrante del grupo de tareas”, pero no tanto?. Le adicionamos “más víctima que esto que acá dice”? Lo borramos directamente de esta lista? Cuando alguien se pasa al campo enemigo puede preguntarse por qué ha sido. Pueden averiguarse los motivos, escudriñar su podrida alma, hacer una disección de las condiciones generales y particulares, pueden hacerse las correspondientes autocríticas, pueden hacerse estupideces como hacer entrar por el estrecho agujero de la traición desde la sicología hasta el materialismo dialéctico. Es decir, puede bastardearse hasta la ciencia y sacrificar la realidad en el altar de la “comprensión”. Allá cada quién con la responsabilidad de lo que concluya. Allá cada quién con el daño que haga a la causa popular. Allá cada quién con la conducta que asuma en particular. Allá cada quién con la reconciliación que propicia su levedad de argumentos, que no por leves, cuando son muchos, dejan de tener nefastos efectos. Allá cada quién con dispensarse de pasar de acusador -obligación primordial si se es fiel a los caídos- a “comprensivo”. Quienes no confundimos la memoria con la melancolía, con la simple reiteración de una liturgia, sino con la preparación de un tiempo de castigo, queremos el castigo al traidor por traidor, por genocida. Como sabemos que existe un snobismo populista que ha condenado a Borges -propicio para ello, no cabe duda- pero ha ensalzado a otro comensal de aquel famoso almuerzo con Videla y el General Villarreal, aquel 19 de mayo de 1976, junto al cura Castellani y a Ratti, anotamos estas líneas finales. El otro era Ernesto Sábato, pluma esencial de la teoría de los dos demonios en su prólogo al “informe” de la CONADEP. Tanto como no dudamos de los testimonios recogidos, aborrecemos esa conclusión, precisamente aborrecida por aquellos testimonios. Sólo una cosa no hay. Es el olvido. Aún sin creencia alguna, la consideramos apropiada a nuestros luminosos hermanos caídos con la dignidad incorruptible de algunos metales, desafortunadamente contiguos a la escoria como José Baravalle, El Pollo. Puede ser que alguien diga “dime qué citas y te diré cuánta razón tienes”. No importa, en todo caso, Borges es el que más conviene, por certero a su pesar, y porque ¿qué quieren? ¿que ensuciemos a Bertoldt Brecht malgastándolo con estas ratas?.
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