HUELLAS
jueves, 29 de noviembre de 2007

HUELLAS


Muchos son los intentos de hacernos olvidar y muchos los actos y decisiones en que se pisotea la memoria que tenemos los argentinos conscientes que no olvidamos, no perdonamos y no nos reconciliamos con los asesinos ni permitimos que se olviden las huellas de sus crímenes.
Se ha intentado banalizar el asesinato, la tortura, las violaciones, el latrocinio perpetrado contra miles de compañeros militantes de la causa popular, de infinitas e insólitas maneras: desde demoler los lugares como la ESMA hasta destinar insignificantes construcciones para museos.
Desde hacer leyes de impunidad a medida hasta perseguir la protesta y la denuncia.
Pero entre los escándalos habidos en esta línea de acción, pocos han llegado al extremo de hacer un boliche y centro de diversión en el edificio del II Cuerpo, en Moreno y Córdoba, lugar en el cual se decidía vida, muerte y sufrimiento de nuestros compañeros, donde se repartían los botines de guerra, donde los milicos asesinos virreinaban por delegación de Videla, Agosti y Masera.
Por más pintura que le pongan, allí están las huellas de los Galtieri, Díaz Bessone, Feced y mil reptiles más.
Por más que pongan música, allí resuenan las órdenes como “desaparézcanlo”, “mátenlos”, “torturen”, “violen”, “roben”, dadas por los militares y las patotas y también se escuchan los gritos de los torturados, de los que morían y de los que caían puteando a los verdugos del país.
Por más que lustren los pisos, que los enceren y frieguen, allí estará la sangre derramada de nuestros hermanos.

Y la sangre derramada no será negociada. No será olvidada.
La burla de los empresarios que se asocian al crimen consiste ni mas ni menos que en poner de nombre a ese antro Rock & Feller, o sea, Rockefeller, justamente el nombre emblemático del imperialismo en épocas en que nuestros compañeros batallaban para que el país no fuera la colonia que hoy es.
Rockefeller, el hombre que en 1966, después de una recorrida por América Latina, dio la orden de exterminio de los movimientos populares y revolucionarios con una simple apreciación: “El único sector confiable en la Argentina son los militares”.
Quienes abren este local no comercian sino con nuestra dignidad y la de nuestros caídos, quienes van a hartarse en sus costosos ambientes, ponen en su boca los manjares robados al pueblo, quienes se divierten en esos recintos ríen de nuestros caídos, quienes bailarán allí, lo harán sobre un pavimento de sufrimientos, sobre la sangre de nuestra sangre, y esa sangre no será negociada, no será olvidada, será reivindicada.