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domingo, 19 de agosto de 2007
Dibujar una paloma, se hace con facilidad
 Pero la dificultad es ponerle el pico y que coma
(Copla popular Puertorriqueña)

Se ha vuelto común escuchar aquello de que los principios y la ética no tienen que ver con la política. Yo estoy convencida que no hay revolucionarios auténticos ni verdadera acción revolucionaria sin principios éticos revolucionarios.

Para sostenerme en esta conclusión a pesar de todo y de todos, me afirmo en el ejemplo de quien fue mi compañero, Tito Messiez. Creo que ha llegado la hora en que debo contar la verdadera historia. Estos son momentos en que nuevos camaradas se incorporan a la lucha por la construcción de las fuerzas revolucionarias en las nuevas condiciones. Esto no puede hacerse sin historia y por eso es que los jóvenes procuran indagar en el conocimiento del pasado, y buscan modelos que lamentablemente no siempre les son entregados a partir de algo tan simple y tan inexorable como la verdad.
 
Hay cada vez más actitudes oportunistas de todo pelaje, en nombre -claro- de elevados principios que mencionan mucho pero luego no sostienen en la acción.
 
No puedo permitir que se aparezcan con homenajes y rememoraciones que paulatinamente van convirtiendo la memoria del revolucionario ejemplar en una imagen deslucida, lavada, algo así como un santón inocuo que puede servir para cualquier doble discurso o táctica o para la autoproclamación de quienes creen que haber tenido la suerte de conocerlo aunque solo sea superficialmente es suficiente y útil para aprovechar prestigio ajeno. Quienes carecen de heroísmo necesitan tomar prestado. Hay que reconocer que lamentablemente esto les da resultado. Las vidrieras de las librerías abundan en libros y publicaciones sobre el Che, Evita, etc. etc. que dan una pátina de prestigio al autor además de algunos pesos.
 
Otros, en sus intentos de políticos en alza, tratando de cobrar notoriedad, organizan o participan en actos y discursos ya que nadie les exige sostener con el cuerpo lo que arengan con la boca.
No pocas veces urgidos por producir hechos que marquen presencia, o los vincule tácticamente a otras fuerzas, o concentrar la acción de militantes, utilizan sin ningún pudor - y sin seleccionar muy bien las compañías - la rememoración del nombre y la obra de compañeros caídos én la lucha cuyo prestigio innegable les facilita la tarea. En estos casos se procede sin respeto alguno, se toma el nombre, se pone al aliado o amigo táctico de turno en el escenario quien no tiene ningún problema en escuchar o decir alabanzas total no le implica renunciar a sus objetivos propios.

El nombre de Tito Messiez, tanto como el del Che, Ingallinella, Chocho Maman¡, solo puede ser tomado como ejemplo, como referencia heroica en la formación del carácter de los actuales y futuros revolucionarios, sobre todo para las jóvenes generaciones. No porque fueran perfectos. Tito militó apasionadamente, y dio la vida en medio de crueles torturas, en un partido reformista donde muchos oportunistas lograban cómodas posiciones. Pero él no concilió, no se convirtió en un burócrata adocenado. Mantuvo viva la mística revolucionaria y eso, y solo eso lo pudo sostener en las duras condiciones del cautiverio, tortura y muerte sin hacer concesiones al enemigo, sin entregarles la información que seguro le exigían y que el conocía como nadie.
 
Para el que quiera oír y así conocerlo más.

Tito se afilió a la Fede a los 13 años. Toda su familia era afiliada al partido comunista y militantes. La casa era un bastión de acción política. Siempre estaba listo el tacho, la pintura, los pinceles, el engrudo para pasar a la acción de agipro ante cualquier acontecimiento que requiriera una respuesta política. Así, me contaba, cuando cayó Dien Vien Phu, el gordo Guarnieri golpeaba nuestra puerta en plena madrugada. "¡Vamos muchachos, hay que salir a pintar!", a nadie se le ocurría ningún motivo para esquivar la elevada tarea solidaria de respaldar la lucha heroica del pueblo vietnamita que había logrado derrotar a colonialismo francés. En ese barrio funcionaba un grupo de militantes, de los cuales recuerdo especialmente a toda la familia Acquaroli y Adolfo Svatez.

Cuando la policía brava encabezada por Monzón y Lozón, secuestra, tortura y hace desaparecer a Ingallinella, Tito se fogueó en la lucha por el esclarecimiento, juicio y castigo de los asesinos. Las pintadas, pegatinas de carteles y actos relámpagos de denuncia - bajo la persecución de Lozón y sus secuaces - lo contaron siempre entre sus organizadores y como actor permanente. Recuerdo que contaba una de sus anécdotas. Se propusieron organizar un acto relámpago en el entonces cine Echesortu. La idea era que en el momento del intervalo él debía saltar sobre el escenario y denunciar ante el público la desaparición de Inga y los nombres de los policías. Llegado el momento un compañero plantea dudas sobre la oportunidad -"que aún no, espera que me parece que aquel es cana"- Total que se pasa el momento y no sale la tarea. "Me comía los codos de bronca!! Nos volvimos a reunir. Planeamos otra vez la misma acción y antes de levantarse la reunión les dije a los compañeros: Cuando el momento me parezca oportuno me largo; al primero que me plantee una duda lo bajo de una trompada". La acción fue un éxito. La gente aplaudía.

Estas y muchas acciones políticas combinadas del partido entonces dirigido por Florindo Moretti permitió el esclarecimiento del caso y el juicio y castigo de los culpables, que paró la mano represiva por algún tiempo.
Debió soportar cárcel y torturas en sus años juveniles por parte de la policía de orden social y político del peronismo. En aquellos años tenían identificados a la mayoría de los militantes y cualquier pintada o pegatina de afiches solía terminar con compañeros presos lo que tenía en guardia permanente a los abogados del partido (como Keohe, Trumper y otros) que acudían de inmediato a las comisarías o la Jefatura para frenar la prepotencia policial o tratar de impedir las torturas.
 
Se templó y formó en tareas clandestinas cuando la represión reaccionaria más apretaba, junto a hombres como Florindo Moretti, Ingallinea, Kehoe, Guarnieri, Adolfo Svatez, los Sopranzi y tantos otros camaradas a los que no había que ir a buscar ni se escudaban detrás de pretextos para salir a cualquier hora del día o de la noche para resolver acciones políticas aún cuando las cosas se ponían bravas.
Sus características de militante fogueado y su firmeza y vocación revolucionaria llevaron a la dirección del partido a entregarle tareas clandestinas que debían garantizar la llegada de la prensa partidaria a todo el país, sorteando el accionar del enemigo.
 
La preparación cuidadosa de las reuniones de dirección partidaria, tanto provincial como nacional, la concreción de seminarios, escuelas, reuniones del Comité Central e incluso el XIII Congreso del partido en plena clandestinidad, contaron con su incansable trabajo garantizando la seguridad de todos junto a otros camaradas. No era un loco ni tampoco un inconsciente, sabía perfectamente los peligros que corrían él y su familia. Ya había probado en carne propia como las gasta el aparato represivo cuando un militante caía en sus manos y tenía tomada clara conciencia de cual debía ser la actitud en tales circunstancias. El vinculaba directamente la firmeza en las ideas del revolucionario a la actitud ante el enemigo. Solía repetir algo que había escuchado del compañero Ingallinella: "Cuando la cabeza no quiere, ni la boca ni el culo hablan".
 
Aquí se ve claramente la diferencia entre un militante revolucionario y aquellos que sólo ofician de pícaros operadores políticos (esta lacra adquirida de la burguesía y que lleva a dejar en manos de interesados individuos la insustituible labor colectiva de los organismos partidarios)

 
La actividad de Tito estaba en las entrañas mismas del partido
 
La crueldad con que la represión golpeó a Tito no fue un hecho casual. El estaba militando en el aparato provincial de propaganda cuando debió viajar a Tucumán acompañando a Florindo Moretti a una reunión, por supuesto clandestina, ya que eran los tiempos de Onganía. Se retira del lugar para realizar una gestión en el auto con el cual habían viajado cuando es detenido por la policía de Tucumán en ese momento encabezada por un conocido torturador.
 
No tenían claro quién era pero al ver que no era de la provincia lo llevan detenido, lo interrogan, revisan sus objetos personales y tratan de apretarlo con amenazas y golpes. En tanto el partido del lugar al saber su detención buscó un abogado amigo que era miembro del partido radical, quien intervino gestionando su libertad. A todo esto la policía había pedido antecedente a Rosario y así sabían a quien tenían. La circunstancia de la presencia del abogado y el hecho de que tuviera conocimiento de que estaba en poder de la policía, era para ellos un escollo y no estaban dispuestos a permitir que se les fuera. De modo que idearon realizar todos los trámites formales de su libertad, pero fueron demorando su salida hasta que se hizo de noche. Insistieron ante el abogado que se fuera tranquilo, que no había problemas. Tito le pidió que no se retire, que teniendo en cuenta que lo habían golpeado la actitud de la policía no era de fiar. En realidad sabía que la policía no es de fiar nunca. El abogado considerando que era exagerado denunciar torturas por "algunas trompadas" da por finalizado el trámite diciéndole: "quédese tranquilo, en cuanto terminen con los papeles, firma la libertad y se va." La cana lo retiene y cuando lo trasladan a una oficina, observa que hay dos personas sentadas ante las cuales el policía le dice en voz alta para que estos escuchen; "¿Usted es Rubén Messiez?, bien, tiene que firmar la libertad porque se va." Pese a haber firmado lo siguen demorando y ya siendo oscuro deciden largarlo. Aquí Tito ve que al pasar el policía le hace un gesto, señalándolo con la cabeza y se lo marca a otro tipo que estaba en el lugar. El flaco va procesando a la luz de su experiencia toda esta situación y se da cuenta que no lo van a dejar ir que el objetivo final es secuestrarlo. Sabía a esa altura que ellos tenían claro que contaban con un hombre de la actividad orgánica interna del partido y querían saber lo que él sabía.
 
Efectivamente le abren la puerta y allí comienza una verdadera carrera por evadir lo que fue un intento de cacería.
 
En el momento que sale está pasando un colectivo y se sube a él en marcha. Se sienta en el último asiento y a poco de andar se da cuenta que un coche lo está siguiendo. Aprovechando una calle oscura y con árboles se prepara para esperar la oportunidad de bajar. Cuando le parece que llego el momento se larga y logra esconderse detrás de un árbol. Ve pasar al coche que lo seguía con tres hombres arriba. Logra tomar un taxi. Le pide al taxista que le indique donde encontrar un abogado. Este lo lleva a una calle donde dice hay muchos estudios, aunque cree que es un poco tarde para encontrarlos.
 
Preocupado se da vuelta para vigilar si lo siguen y en ese momento ve nuevamente el auto. Otra vez los tiene detrás de él. El taxista le señala un edificio, se baja del taxi y entra rápidamente. Solo encuentra una oficina con luz, golpea y en efecto encuentra un abogado que resulta ser miembro de un partido trotskista que por su puesto conoce a los dirigentes del partido. Se pone en contacto con el Secretario y lo pone en manos de la dirección del Partido. Tito se considera a salvo pero aquí comienza otra lucha. El abogado radical que había gestionado su libertad se reúne con compañeros de la dirección partidaria de Tucumán más el compañero Ricardo San Esteban que había sido enviado desde Rosario y que era miembro del Comité Provincial de Santa Fe. Les informa que Tito tiene que ir personalmente a la Jefatura a retirar el coche que había sido retenido. El se niega pues lo considera una maniobra. El abogado vuelve a hablar con la policía que le insiste en que no pasa nada. "Que este muchacho tiene demasiada imaginación con eso del intento de secuestro". Que no hubo torturas, "usted sabe, puede ser alguna trompada, pero no es para tanto". "El auto solo se lo podemos entregar al él personalmente". Por fin el abogado convence a los compañeros y se reúnen con Tito y San Esteban para considerar el tema. Todos insisten en que exagera, que no hay problemas, que hay que lograr que entreguen el auto etc. Por fin Tito plantea: "No estoy de acuerdo, estoy seguro que quieren tenerme. El riesgo lo voy a correr yo y solo yo. Pero si la dirección del partido decide que debo ir, voy. Ustedes camaradas serán por supuesto, los responsables."
 
La dirección insiste en su decisión y Tito se dispone a ir a Jefatura. En ese mismo momento llega un camarada que pide hablar urgente con ellos. Trae la siguiente información: La policía está furiosa porque se les escapó. Lo quieren como sea. Lo están buscando por todas partes y reparten su foto para identificarlo. Hay retenes policiales en las salidas de la ciudad.
 
Ya no quedan dudas Tito tiene razón. No es su imaginación. Es su experiencia; sus años de labor clandestina. Su conocimiento de cómo actúa el enemigo cuando se da cuenta que un comunista está en serio comprometido con la revolución y no solo con el discurso.
 
Salir de la provincia fue una aventura peligrosa. Cuando llegaron por fin a casa, Ricardo San Esteban me abraza y me dice: "perdónanos compañera, casi te dejamos sin marido", fue su simple y sincera autocrítica. Nunca supe si hubo otra más política por parte de la dirección del partido.

Bajo el gobierno de Isabel, López Rega y las Tres A

La siguiente experiencia fue el ataque de las Tres A a nuestra casa. También en este caso el aparato represivo sabía diferenciar quien era este cuadro revolucionario.
 
Eran los años de López Rega e Isabel Perón. El partido tenía que desarrollar su labor en condiciones de relativa "legalidad democrática". La represión estaba ya a cargo de los grupos de tareas. Esto obligaba a la preservación de los aparatos del partido. Sin embargo las normas de labor clandestina se veían muy relajadas
(como siempre esa maldita confianza en la democracia burguesa).
 
En la madrugada del R de marzo de 1975 los golpes en la puerta de nuestro departamento en un segundo piso de la calle España al 1400, nos alertan y sobresaltan. Luego supimos por la causa judicial que pidieron a un vecino les franqueara la entrada mostrando credenciales de la policía federal.
 
Subieron y sin encender la luz del pasillo exigieron con golpes que abriéramos la puerta. Tito y yo nos miramos y nos entendimos. Yo traté de entretenerlos con argumentos de que se tenían que identificar y que encendieran la luz del palier. Ellos gritaban: "Abran o reventamos la puerta a itakazos!!. Tito a los gritos le pide al vecino del primer piso que llame al comando radioeléctrico porque nos estaban asaltando. Y así lo hizo, lo que casi provocó un enfrentamiento a tiros entre ellos (luego supimos que fue un operativo combinado entre la Policía Federal a cargo del allanamiento y el ejercito encargado de saquear lo poco que teníamos para lo cual destinó un gran camión que estuvo durante horas parado frente a nuestra vivienda).

Alicia que estaba ya acostada apareció vestida. Tito fue al dormitorio y sacó las sábanas de la cama. Entendí enseguida, íbamos a huir por el fondo. Salió al patio terraza del departamento y al ver que no había nadie apostado, sin dudarlo, ató las sábanas a un caño de soporte del toldo y le indicó a Alicia que bajara por allí.
 
Así lo hizo y fue a dar al techo de casas antiguas del fondo. Luego salte yo y enseguida él. Caminamos hasta el centro de manzana ocupado por departamentos de pasillo. Saltando obstáculos dimos a un departamento interno donde por una ventana con la luz del velador encendida, los lentes puestos y el diario sobre el pecho, dormía una señora que no conocíamos. Le golpeamos la ventana y pese al susto, llamó a su hija que ya se había alertado por los ruidos. Nos abrió la puerta y acepto refugiarnos. Le pedimos el teléfono y Tito llamó a la casa de Bertinat (fue el numero que recordó en la urgencia) y lo atendió su compañera Chiche a quien contó brevemente la situación y le pidió que llame a los bomberos y les diga que en el lugar había un incendio.
 
Su táctica era provocar la mayor confusión posible que nos permitiera escapar. Ese llamado nunca fue hecho.
Tito consideró más seguro salir del lugar. Por una puerta nos indicó un pasillo y saltamos un tapial que daba a otro pasillo con salida a calle Zeballos. Saltar fue fácil para Alicia y Tito, yo me empantané y el flaco se volvió para ayudarme. Al llegar a la calle vimos pasar un patrullero que ya nos estaba buscando. Luego de caminar unas cuadras abordamos un taxi. Durante todo ese tiempo no cambiamos una palabra. Yo conocía a mi compañero y Alicia sabía bien quien era su padre. Muchas veces habíamos hablado de los riesgos de la militancia y peor aún en las condiciones en que no los podíamos enfrentar y nos quedamos solo con el coraje y la audacia de escapar. Después de este echo los grupos de tarea cambiaron su forma de operar, ya bancados por el poder político, y adoptaron el método de "liberar la zona". Así hicieron cuando asaltaron e incendiaron la casa de Jorge Kohen. Felizmente para nosotros, en ese momento la pesada aún estaba haciendo "experiencia'".

Qué sabemos sobre su secuestro

Aquel 22 de agostó de 1977 había ido a la casa de impresiones La Manija, en calle Entre Ríos frente a Humanidades a retirar un Stencil electrónico que había llevado a grabar la semana anterior para realizar un trabajo de propaganda partidaria. Tito estaba a cargo del aparato de impresiones. Eran los años de plomo, secuestros, torturas, y exterminio. Todos los días a la mañana, hora del mate, el diario y la charla, él leía las listas que publicaba la dictadura, de los que llamaban "subversivos muertos en enfrentamientos armados". Nombre por nombre ... despacio ... en voz alta. Un día se me ocurrió quejarme: bueno, para no nos "masoquiemos". Es que no quiero permitirles que me acostumbren estos hijos de puta... no, no quiero que me los conviertan en números. Al menos así les rindo homenaje a estos luchadores. Era su respuesta, y seguía.
 
Pese a los informes del Partido Comunista sobre la existencia de "corrientes democráticas" en las FFAA, Tito sabía que la vida militante se había vuelto más peligrosa que nunca. Los compañeros hablaban mucho sobre que hacer en caso de que "vinieran". Había diferentes ideas y también actitudes. Morcino escapó mientras su compañera les abría la puerta; le allanaron la casa pero no se llevaron a nadie. A Rogelio Martín y su mujer también los allanaron, los llevaron presos y luego los liberaron, Chocho Maman¡ y su hijo fueron apresados y lograron huir en una aventura increíble, etc.
 
El sostenía que no se iba a dejar llevar. Vivíamos en un departamento en un octavo piso, se compró una damajuana de nafta, los pensaba recibir con fuego. Era una situación de indefensión ante un aparato represivo feroz al que no se podía combatir con discursos acerca de la democracia, las leyes, los derechos, etc. La sociedad callaba, o murmuraba por lo bajo y muy en familia, hechos terribles que luego decía desconocer o se auto justificaba con el "por algo será".
 
Tito tenía una clara experiencia de actividad clandestina en el Partido, conocía los métodos que ayudaban a preservar los aparatos y la organización de los ataques de la reacción en las más diversas situaciones que planteaba el enemigo de clase. Hacia mucho tiempo que venía discutiendo con la dirección la necesidad de que en las condiciones de dictadura el aparato de propaganda debía estar totalmente clandestino. Esto suponía comprar una máquina para grabado de stencil electrónico, entre otras cosas ya que las impresoras estaban bien ocultas. No hacerlo así significaba que él mismo, que iba al lugar donde se imprimía, también tenía que ir a La Manija a hacer grabar los Stencil poniéndose en riesgo y también al aparato y a otros compañeros. Recuerdo haberlo visto francamente "cabrero" e impotente porque invariablemente la respuesta entre otras cosas era "que no había plata". Esta respuesta -"no hay plata"- después pude comprobar que siempre sirvió y sirve para eludir y justificar lo que de verdad no hay voluntad política para hacer. El gran pretexto. No hay para esto, pero si para otras cosas. Por ejemplo para alquilar cada año, en esos mismos años, casas en 1 a costa atlántica para el veraneo de funcionarios del partido.
 
Su secuestro fue un día lunes. El sábado previo por la mañana fue a La Manija a retirar el trabajo encargado
y volvió con bronca y también preocupado porque le dijeron. que no estaba y que volviera el lunes. Con bronca porque no iba a salir la propaganda tal como se necesitaba y preocupado porque según dijo "no le gustaba ir a ese lugar y no confiaba''. El lunes 22 de Agosto a media mañana salió para ir a La Manija. No me dijo si iría también a otro lugar pero cuando se hicieron las 3 de la tarde ya estaba preocupada. Pasó por casa un compañero al que le comente el caso. Teníamos la costumbre de ser muy cuidadosos en cuanto a los horarios. El compañero trató de tranquilizarme y me dijo que esperara un poco más y si no venía, lo llamara.
 
A las cinco de la tarde ya no tenía dudas de que las cosas estaban muy mal y salí a buscar un teléfono para comunicarme con los compañeros.
 
Apartir de ese momento todo fue la misma pesadilla de tantos luchadores y su familia.

Pude saber fehacientemente que fue apresado en La Manija. Una de las dos socias me confirmo, luego de muchas vacilaciones, que en efecto lo llevaron de allí.    
Me narró que en días anteriores habían ido al negocio miembros del Comando de 11

Cuerpo de ejercito y que mostrándole un volante le preguntaron si lo hacían ellos. Ella le dijo que no. Insistieron, y entonces les confirmó que ellos solo hacían el grabado del stencil. Que lo traía y retiraba del negocio una persona que conocía de vista y no sabía su nombre. Las llevaron al Comando -según su relato- y allí bajo amenazas les exigieron que el sábado, cuando fuera a buscar el trabajo le dijeran que no estaba, que volviera el lunes. Así lo hicieron y le tendieron la celada. Le insistí en que me contara como se lo llevaron y me aseguró que ellas no vieron nada porque las encerraron y solo las dejaron salir cuando todo habla terminado. Juraba que ella no había visto nada. En fin, estoy segura que Tito no se dejaría llevar tranquilamente...

El conocía el mismo lugar clandestino del aparato de propaganda que creó y conocía Ingallinela. El como Inga no habló ante el enemigo que le exigía la información que sabían que tenía. Pueden quedar tranquilos camaradas, nadie caerá en manos de la reacción, ningún aparato del partido será descubierto, ninguna tarea será puesta en peligro, ningún camarada caerá por la boca de Tito Messiez.
Desde el día de su secuestro y desaparición, dedicamos con Alicia (entonces embarazada de su primer hijo) todos los esfuerzos y las más variadas formas para lograr su aparición. El reclamo por Tito se sumó al de tantos luchadores desaparecidos. Recorrimos como todos los familiares las reparticiones policiales y los cuarteles de los que nunca se sabía si se salía. Sumamos solicitadas, volanteadas y movizaciones. La dirección del partido orientaba estas actividades que llevábamos adelante con mi hija y en muchos casos con compañeros / as de las organizaciones de DDHH y la organización femenina. A esto se agregó una labor de reclamos ante la justicia, todo ello sin resultado. Debemos destacar la participación de la familia de Tito, en especial al entrañable Negro Messiez al que la desaparición de su hermano logró destruir hasta costarle la vida, quien junto a su valiente compañera, nuestra querida Negra, supieron estar en el lugar correcto cada vez que era necesario.
 
A los pocos días aparece una información traída por una compañera; una vecina le comenta que su novio que está de guardia en La Calamita dice que allí estaría entre otros un comunista. Se insiste con ella para que intente lograr más información pero no lo consigue.
 
Ante esto el secretario dei partido me invita a una reunión donde se considera esta información y propone ir al Comando para informar al Jefe del II cuerpo que el Partido Comunista conoce esta situación y argumentar la necesidad de liberarlo, confiando que esto sería factible por parte de los militares. El secretario de organización estuvo de acuerdo, ofreció la palabra a los demás miembros del Secretariado y nadie opinó. Ante esto, y muy angustiada, manifesté mi serio temor de que en realidad la información daría resultados diferentes. Es decir, que al ver abiertamente descubierto el lugar los militares optaran por eliminarlo a él y a los demás prisioneros que estaban en sus manos e indefensos. El secretario insistió en su idea y ante el silencio de los demás quedó aprobada. Se designó para llevarla adelante a los compañeros Hugo Ojeda y Alberto Jaime quienes efectivamente hicieron la entrevista ve] planteo convenido.
 
Nunca pude saber realmente las consecuencias de esta acción, pero muchas veces me lo he imaginado.
Pasaron mucho años desde entonces. Nada más pudimos saber de Tito de fuente que pudiera ser confiable. En su testimonio ante el CELS en 1984, el represor Gustavo Francisco Bueno alías " German Benegas" se refirió al secuestro de Tito. Dice que en la operación participaron los hermanos ISACH junto a Walter Roscoe alías "Ricardo Ríos" y que la planificación del secuestro estuvo a cargo del Teniente Coronel Rubén Fariña alías "Sebastián" uno de los nombres claves de la represión en Rosario.
Pero esta información también vino del lado de los represores. Algunos años después, el compañero Daniel Geary, militante de la célula de ferroviarios me dice que al conocerse la información, el conjunto de los compañeros ferroviarios de la célula le propuso a la dirección realizar una acción de toma de La Calamita para liberar al camarada Tito. La dirección se opuso. Las tempestades de luchas por cambios en la línea política del partido barrieron esa dirección. Muchas cosas han venido sucediendo en una lucha tenaz por prevalecer. Muchas veces en esta batalla se intentó utilizar el nombre de Tito para dirimir posiciones en la interna. Tal como se hizo y se sigue haciendo con otros nombres heroicos, donde la bandera más agitada es la del Che. Siempre nos hemos opuesto y seguiremos haciéndolo encarnizadamente. Como ya señaláramos en otro documento "...Tito, Inga, Jorge Calvo, Marcelo Feito, los Héroes de Trelew, los 30.ooo desaparecidos, y todos los héroes caídos en las luchas populares, bajo la barbarie represiva, por los indestructibles ideales de la revolución, son y serán banderas que están siempre presentes en el combate, en cada batalla dé la Clase Obrera y el Pueblo. Recibieron y reciben en cada minuto de lucha popular y en la acción de los militantes verdaderos y honestos, que predican el heroísmo como su propio ejemplo, el homenaje auténtico que merecen y que es también el único que aceptarían..."

Tito amaba especialmente a la juventud y los jóvenes lo amaban. El era, con su energía inagotable, con su ternura permanente, con su humor, un amigo incansable de los jóvenes. Con algunos hacía problemas matemáticos que eran verdaderos desafíos y juegos de ajedrez con el que desafiaba a chicos y jóvenes. Se reía con ternura cuando por fin ellos lograban derrotarlo. Comentar el contenido de un libro, de una película, de una canción, de una poesía, era su estilo para cultivar la amistad. Amaba al río tanto como a los animales. Su sensibilidad lo convertía en un solidario activo y apasionado porque estaba impregnado de la pasión revolucionaria, de la ideología del proletariado. ¿cómo entra esto en un Museo? Peor aún ¿cómo entra en un Museo bajo la tutela institucional de gobiernos municipales o de otro tipo dirigidos por políticos que solo tienen en la mira su proyecto personal y la defensa del sistema?

Hoy, cuando el proyecto "progre", tanto como el discurso democratista lo impregna todo y parece llevarse por delante los sueños de la Clase Obrera y el pueblo hambreado que combate en los piquetes, se hace necesario contar esta historia. Solo la simple y maravillosa verdad para que mejor se lo conozca.

Recuerdo muy a menudo una expresión de Tito; mostrando el carnet del partido que tanto amaba y que se llevó con él en su cautiverio decía: "con este mismo carnet se puede terminar en una mesa de tortura como Ingallinella o llegar a gerente en el movimiento cooperativo".

Al camarada TITO -y más allá de mi relación personal con él- lo llevo en el corazón, la mente y las entrañas, al igual que a los miles de militantes revolucionarios que ofrendaron su vida por la sublime causa del socialismo. Su sangre ya es sangre de nuestro pueblo, desbordando cualquier pertenencia partidaria.

Sus nombres solo merecen ser bandera de aquellos dispuestos a llevar bien alto, en palabras y acciones, los ideales revolucionarios que los animaban.


 
Rosario, 10 de agosto de 2003
 
 
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