Si desde nuestra Declaración de Principios sostenemos que la verdadera vigencia de los Derechos Humanos sólo llegará con la desaparición del sistema capitalista de opresión, no podemos hoy más que rendir ferviente tributo a uno de los más destacados luchadores que ha alumbrado la Humanidad en el camino hacia una sociedad sin explotadores ni explotados.

El Che nos ha legado palabras y actos, tan valiosos los unos como los otros; pero sobre todo nos ha dejado el admirable ejemplo de que ambas cosas para un revolucionario no son más que una.  Por esa coherencia fue capaz de ofrendar su vida.

Nos enseñó que existe un amor infinito tras la fiereza del combate, que la ternura sustenta la más implacable firmeza y determinación, que el amor al pueblo y el odio al enemigo son sólo dos maneras de expresar lo mismo.

En ese ejemplo nos inspiramos cuando decidimos ocupar nuestro pequeño lugar en esta desigual pero inevitable lucha por la sociedad sin clases.

Ojalá  podamos siquiera rozar tu altura Comandante!
 

 

 .