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DOCUMENTO LEÍDO EL 22 DE AGOSTO EN EL ACTO HOMENAJE A LOS LUCHADORES POR EL SOCIALISMO PDF Imprimir E-Mail
martes, 28 de agosto de 2007

Compañeros:

Hace más de 10 años que nos paramos acá con un propósito bien claro: que los nuestros no queden sin abrazo.
Decir esto es suficiente para nuestras canciones pero no alcanza a explicar que en nuestro abrazo van las mismas intenciones que ellos tuvieron, van las ansias de justicia, la misma convicción de que hay que cambiar todo porque de otro modo no se cambia nada. Va la misma voluntad de vencer.

Por eso, no renunciamos a ninguna de las consignas que quienes nos anticiparon un camino de lucha nos dejaron.

Las que brotaron, como esas 16 rosas rojas, de miles y miles de gargantas, sin ahorrar amor a los hermanos y odio al enemigo.

“A los revolucionarios no se los llora, se los reemplaza”, porque con ninguno de ellos cayó la bandera más pura y más humana: la de la Clase Obrera y el Pueblo. Y esa bandera reclama manos que la empuñen tan firmemente como se empuña un fusil, con tanta decisión como ellos fueron al combate.
Puede ser que cada vez que la repitamos se nos quiebre la voz, pero aunque se nos nuble mil veces la vista, el ejemplo de ellos sigue brillando, multiplicado mil veces en cada espejito de sal que nos aflora.
No nos negamos las lágrimas; nos negamos, para vivir honradamente, a ahogarnos en ellas. Nos negamos a que se postergue la bronca por una tristeza que no merecen los que han vivido, luchado y dado la vida por la verdadera alegría de la Historia: el Socialismo. 

“Todos los guerrilleros son nuestros compañeros”. Y lo decimos hoy, cuando quienes, en un juego perverso, insinúan haber estado con ellos, al mismo tiempo, gobiernan imponiendo la política más profundamente represiva contra todas las expresiones de lucha bajo el nombre de Ley Antiterrorista. Los que hacen un uso pérfido de la memoria que tenemos de nuestros caídos han consumado un proyecto de Ley tramposo que, con la excusa de incluir el delito de “genocidio” para sancionar a los criminales de lesa humanidad de cada Gobierno, están buscado –con la complicidad de muchos- la vuelta para que nuestros hermanos también sean “genocidas” por sus actos de resistencia armada. Como si Pedro Bonet, Mariano Pujadas o Ana María Villarreal de Santucho, caídos aquel 22 de agosto, fueran de ahora en más, iguales a Videla, Agosti y Massera.
Lo decimos y les suplicamos a ustedes, compañeros -los únicos con quienes nos permitimos súplicas- que lo griten ante la cara brutal de los comandantes yanquis de la guerra preventiva y los alcahuetes nativos que les cumplen las órdenes: “Todos los guerrilleros son nuestros compañeros”

No nos cabe otra actitud ante tanta soberbia.

Que nadie piense con mala voluntad que con esto pretendemos reducir nuestro reconocimiento y amor por otros que cayeron en distintas luchas. Que nadie se equivoque: no medimos el reconocimiento de los revolucionarios según tengan o no armas en las manos. Que nadie se ensucie con la idea de que nosotros no respetamos el heroísmo de un pueblo que fue vigía, huelguista, refugio, propagandista, escritor popular de la resistencia u organizador de sus compañeros de trabajo. Sería inútil: cargamos con 30.000 compromisos de sangre, que cada día nos esforzamos en cumplir.

Y por eso mismo, venimos a hablar de todo esto en el lugar donde hace exactamente 30 años, un revolucionario fue secuestrado: Tito Messiez.
Tito aún está desaparecido.
Aún luchamos por el castigo a los culpables y aún nos preparamos para llevar a cabo esta lucha contra el sistema, hasta las últimas consecuencias.
Hoy, más que nunca, reivindicamos esa conducta que fraterniza a todos los que reconocen que, por sobre su suerte y sufrimiento, está el destino y esperanza del pueblo y la clase a la cual pertenecen.

Tito Messiez: padre y amigo, militante hasta el peligro y ejemplo entre ejemplos.
Sólo una cosa que nunca nos cansaremos de repetir diremos en su homenaje. El año pasado, en un acto al cual concurrimos, un viejo obrero comunista al que bien quisiéramos volver a encontrar nos dijo: “Eramos 7 compañeros que hacíamos una revista que se llamaba ‘El Metalúrgico’, en plena Dictadura. Tito la imprimía para nosotros. Ninguno de nosotros cayó cuando el cayó.”.
Fiel a los suyos, como muchos de aquellos militantes, pero distinguido entre millones, para los cuales queda su ejemplo. De este nos tomamos como una palanca de moral proletaria y compromiso revolucionario.

Su compañera de vida y militancia nos enseñó que así debe ser y aunque no pueda prestar su concurso en cada tarea, está presente en cada una de las que asumimos. Como lo está hoy, una rosa roja más, parte de un destacamento de refuerzo que honra a nuestros caídos, después de haber dejado constituido este otro para la pelea en estas tierras. Así consideramos a nuestro organismo: la UADH.

Compañeros; a 35 años de la masacre de Trelew, a 30 años del secuestro y desaparición de Tito, con Susana presente, sólo nos queda expresarnos con lo que tantas veces pintamos en las paredes, con más fuerza que nunca:

 

HAN MUERTO REVOLUCIONARIOS: ¡VIVA LA REVOLUCIÓN!

Unidad Antirrepresiva por los Derechos Humanos Rosario

 

 
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portada susana